Modernismo: Un poco de contexto social, histórico y artístico

13.10.2013 22:09

A pesar de que la literatura hispanoamericana ha seguido por lo general los patrones históricos de la literatura occidental moderna del siglo XX, se ha caracterizado por diferencias significativas y repetidas en los niveles formal y temático. Si los miramos a través de un esquema idealizado de desarrollo literario occidental, los movimientos literarios hispanoamericanos pueden a veces parecer anacrónicos (la novela regionalista es sólo un ejemplo), o simplemente retrasados. Esto, sin embargo, sería un error de percepción debido a un falso presupuesto: la suposición de que un ritmo dado de desarrollo histórico puede y debe ser alcanzado en todos los lugares. De hecho los trastornos sociales y políticos en Hispanoamérica, su posición geográfica y, lo más importante, su posición en el mercado mundial, imprimen un ritmo propio a los movimientos artísticos, a pesar de que se encuentren dentro de la partitura amplia y sinfónica de la literatura occidental. Sucesos trascendentales como las revoluciones mexicana y cubana han traído a escena de forma dramática algunas de las peculiaridades de Hispanoamérica: en el caso de México, la presencia de grandes masas de indígenas no asimiladas a las corrientes económicas y políticas principales de la sociedad; en el de Cuba, el choque entre la Norteamérica poderosa, moderna e industrializada, y el resto de las Américas. El primero de estos problemas se retrotrae al tiempo de la conquista, cuyo persistente impacto aún se siente en muchas regiones; el segundo refleja un dilema más reciente pero no menos urgente. Cuando se repasan los acontecimientos actuales en Latinoamérica, sobre todo en Perú y México, la persistencia de estos problemas socio- y geopolíticos es evidente. En la literatura, no importa las diferentes caras que haya adoptado, el problema siempre gira en torno al concepto de la modernidad.

    La modernidad emerge como un tópico consciente con quienes han sido designados de forma muy apropiada modernistas, y alcanza su punto álgido durante la época de las vanguardias. ¿Cómo pudo Hispanoamérica ser moderna, agobiada por un pasado tan oneroso y tan vivo? Se preguntan los profesores Aníbal González y Cathy L. Jrade en sus respectivos capítulos sobre el Modernismo. Pero, sin embargo, ¿cómo podía no serlo, ya que formaba parte de la economía mundial de bienes, valores e ideas? En la vertiente política, este dilema ha llevado a menudo a trastornos sociopolíticos profundos y ha dado lugar a figuras que contenían lo moderno y lo premoderno en difícil coexistencia; por ejemplo, caudillos de varios pelajes, desde Manuel Estrada Cabrera a Fidel Castro, que pregonaban ideologías modernas tales como el liberalismo o el marxismos pero que, de hecho, han estado profundamente arraigados al patriarcalismo medieval hispánico. Geográficamente, el conflicto se ha manifestado a menudo como un choque entre las ciudades orientadas a Europa, la mayoría costeras, y las provincias “atrasadas” del interior. Las primeras se mantienen ansiosamente actualizadas en relación con los movimientos artísticos europeos y se sienten parte de ellos, como se evidencia en el capítulo sobre la Vanguardia del profesor Hugo Verani. Las segundas se aferran a las costumbres coloniales, en las que los viejos valores españoles y criollos prevalecen. Se podría decir quizás que, en los términos más amplios posibles la literatura latinoamericana moderna presenta la misma coexistencia agitada de lo más moderno, con lo más o menos arcaico y acrónico.

    Al comienzo del periodo moderno las creaciones más perdurables fueron las poéticas (de Darío o Vallejo), surgidas tanto durante el periodo modernista como durante la Vanguardia, a pesar de que una tradición novelística moderna surgió muy a principios del siglo XX, durante la Revolución Mexicana, estudiada aquí por el profesor John Rutherford. La novela regionalista (Güiraldes, Rivera, Gallegos) muestra más visiblemente la dialéctica entre lo antiguo y lo nuevo y entre lo rural y lo urbano en el centro de la cultura latinoamericana en general. […] A mediados de siglo, a pesar de la presencia de grandes poetas como Paz o Neruda, la ficción en prosa comenzó a trazar el camino, con la emergencia de figuras como Jorge Luis Borges, Miguel ángel Asturias o Alejo Carpentier, según el estudio del profesor Randolph D. Pope. Los años entre mediados y finales de los sesenta fueron testigos del florecimiento tardío de la novela vanguardista, cruzado con la tradición regionalista latinoamericana. Es decir que Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa y García Márquez, son herederos tardíos de Proust, Joyce, Kafka y Faulkner.

    Una de las tendencias más sorprendentes en la literatura moderna hispanoamericana es la necesidad bidimensional de romper con Europa y de adoptar las formas de las culturas no europeas del Nuevo Mundo, específicamente las indias y las africanas. Si bien es cierto que en el sentido más amplio, los movimientos artísticos, generados por este deseo de negar a Occidente, son en gran medida parte de una tendencia propia de este mismo Occidente, el hecho es que en Latinoamérica, se les otorga una autenticidad peculiar y disfrutan de una vida más duradera que en cualquier otro lugar, debido a la presencia de culturas radicalmente diferente que son una parte nominal de las culturas y los estados nacionales.

    Un colorario de este rechazo de la civilización europea, pero que emerge también de ella, es el persistente tema de la revolución, presente en la literatura moderna hispanoamericana.

    Las obras de las mujeres escritoras ha constituido un centro de atención en los años pasados. Las escritoras tempranas como Teresa de la Parra y Rosario Castellanos han sido objeto de numerosos estudios, y algunas de las actuales como Elena Poniatowska, Luisa Valenzuela e Isabel Allende han sido objeto de una notable atención entre la crítica. El proyecto de reescribir la historia de la literatura latinoamericana para incluir en ella a las mujeres escritoras a las que se ignoró injustamente ha tenido cierto éxito.

    Otra tendencia actual ha sido la incorporación de la cultura popular, o, para ser más exactos, la cultura de los medios de comunicación en la literatura, como tema y como forma. Esta tendencia, sobre todo aparente en la ficción más actual estudiada por el profesor Gustavo Pellón, adquiere una dimensión política problemática porque gran parte de la cultura popular que prevalece en Latinoamérica se importa del extranjero, particularmente de los Estados Unidos. […] El aspecto más significativo de esta tendencia es el que la cultura popular no se represente de manera condescendiente, sino como una alternativa a la tradición literaria convencional.

    Un desmesurado sentido del decoro y un interés por la forma poética impidieron a muchos modernistas llevar a cabo en sus versos la profunda introspección personal que exigía la cambiante concepción de la literatura en el tránsito de un siglo a otro. En su lugar, el cuento, un género relativamente “nuevo” (tras la virtual reinvención que de él hizo Edgar Allan Poe, que también puso un énfasis en la psicología mórbida y los acontecimientos extraños) les ofreció esta posibilidad. Incluso Darío, cuyos poemas Cantos de vida y esperanza y Lo fatal ofrecen uno de los acercamientos al propio yo más angustiantes y devastadores que la poesía modernista, presentó la tendencia a usar el cuento como una forma de autoanálisis. […] Durante el mismo periodo temporal en el que Freud estaba construyendo los cimientos del psicoanálisis con sus estudios de los sueños, las neurosis y los instintos, los modernistas hispanoamericanos escribían cuentos que se centraban insistentemente en los sueños, las fantasías y el comportamiento aberrante. Excelentes ejemplos de ello se pueden observar en cuentos como El sueño de Magda (1883) y Rip-Rip el aparecido (1890), de Gutiérrez Nájera; las numerosas historias fantásticas dispersas en la obra de Darío, talas como Thanathopia (1893), La pesadilla de Honorio (1894), La larva (1910) y Huitzilopoxtli (Leyenda mexicana) (1915); Las fuerzas extrañas de Lugones¸ Cuentos misteriosos de Amado Nervo, y Confidencias de Psiquis (1987), Las ovjeas y las rosas del padre Serafín, Música bárbara y Égloga de verano (todos de 1922) de Díaz Rodríguez.

 

Bibliografía:

González Echeverría, Roberto y Enrique Pupo-Walker (eds.), Historia de la Literatura Hispanoamericana II. El siglo XX, Gredos, Madrid, 2006